miércoles, 24 de junio de 2020


ADIÓS A UN AÑO ESCOLAR DIFERENTE, BUEN VERANO.

Ayer, hoy y siempre, el ser humano está hecho para moverse. Estuvimos enjaulados en casa y  pronto nos dimos cuenta que necesitábamos movernos, muchos buscaron ejercicios por internet para hacer, otros, compraron bicicletas estáticas, elípticas…
Un cuerpo inmóvil es un cuerpo susceptible a diferentes males, físicos y mentales, a la pereza y con ella, quizás al abandono del motor humano, el corazón físico y espiritual, es decir, el muscular y el actitudinal (la autoestima).
En casa o fuera, donde sea, mantener activo tu cuerpo es importante, no, es primordial. Cuerpo y mente, ambas siempre se dieron la mano, puesto que cuando las personas realizan actividad física con regularidad se experimenta  sensación de felicidad que nos empuja a repetir la acción y volver. Detrás de todo esto hay una explicación fisiológica, el ejercicio físico propicia la actuación de hormonas tales como la serotonina, dopamina y endorfinas, responsables de la sensación de calma, sosiego, paz, felicidad, alegría y hasta euforia. No olvidemos que la inmensa mayoría de la gente que hace actividad física lo hace buscando el placer, el bienestar, ninguna medalla suele estar al final del camino.  En definitiva, tenemos la necesidad de movernos para estar y sentirnos bien. Un cuerpo que no se mueve es como una puerta cerrada durante un largo letargo, podremos abrirla pero costará, sonarán las bisagras y tendremos miedo a que se rompa.
El ejercicio físico es un soplo de aire fresco que debe entrar en nuestras casas y venir para quedarse, debe ser una lanza que se clava a nuestro favor para romper, lo que no está bien, el sedentarismo.
Tuvo que venir un virus para que mucha gente empezara hacer lo que no hacía pudiéndolo hacer. A mitad de mayo, nos permitieron salir y movernos, y así lo hicimos, y fue espectacular ver a tanta gente haciendo actividad física. Ahora lo interesante es que lo que fue siga siendo, es decir, que la gente continúe realizando actividad física. Las bondades del ejercicio son infinitas:   aumenta la cavidad cardiaca  lo  que permite al corazón recibir e impulsar más sangre en cada sístole (expulsión),  reduce las grasas del cuerpo, al tener que emplearse como combustible energético, minimiza la posibilidad de padecer arteriosclerosis (endurecimiento, pérdida de elasticidad de arterias, estrechamiento…), previene así ciertas enfermedades cardiovasculares como como el infarto, angina de pecho...  No olvidemos que los problemas cardiovasculares constituyen la  primera causa de muerte en los países desarrollados, cada vez más cerca le sigue los fallecimientos por cáncer. El ejercicio físico ayuda a prevenir y/o regular el colesterol, diabetes, obesidad,  y un 1/3 de los cánceres. Evita la formación de varices, al ser los vasos sanguíneos más elásticos y al comprimir las masas musculares a las venas. Disminuye la frecuencia cardiaca en reposo y en los esfuerzos, puesto que la cantidad de sangre que envía el ventrículo al contraerse es mayor, con lo cual necesita contraerse menos veces para abastecer el organismo del oxígeno que necesita. Pone en funcionamiento capilares latentes y crea otros nuevos, lo cual permite una mejor irrigación sanguínea de todo el cuerpo con la consiguiente mejora en el surtimiento de oxígeno y nutrientes, favoreciéndose del mismo modo la eliminación de productos de desechos. Activa tu metabolismo. Aumenta la cantidad de glóbulos rojos y de hemoglobina, lo que permite transportar más oxígeno a todas las partes del cuerpo y por consiguiente mejorar el rendimiento.  Amplía la capacidad pulmonar y pone en funcionamiento nuevos alveolos. Mejora el mecanismo inspiratorio-espiratorio para renovar el aire en los pulmones…
Hay que moverse sí o sí, articulaciones y músculos te piden a gritos que no les abandones, no olvides que tu cuerpo es el único lugar donde puedes vivir.